Mientras continúan las masacres en Gaza, Alejan tiene la posibilidad de una solución mínimamente justa para el pueblo palestino. El gobierno israelí parece no tener motivos para aceptar fuego intenso, por lo que los rehenes no son una prioridad; si lo hacen, prosperará la intermediación de Qatar, Egipto y Estados Unidos, que continuarán el renqueante mientras cobra el asalto a Rafah, el último enclave donde se hacinan los desplazados gazatíes. La prioridad para Netanyahu sigue siendo su supervivencia política, muy ligada al día después de Gaza. Esto es lo que estamos negociando con el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, bajo algunas consideraciones del presidente Joe Biden. Entre ellos, qué hacer con Mahmud Abbas y el gobierno palestino. Abbas quiere el reconocimiento del Estado palestino, Netanyahu no quiere ninguno de los dos: ni el Estado palestino ni el presidente palestino, si este es Abbas otro. En una estrategia supuestamente bien calculada, el gobierno palestino ha presentado su medida. Un paso necesario para la reconciliación de la familia palestina.
Uno de los fantasmas que rondan la plaza del medio es el que diario panárabe Al Quds Al Arabi las llamó “las oscuras promesas de Madrid”. Más de 30 años después, parece claro que la conferencia de Madrid de 1991 fue anterior a todo el revuelo sobre Palestina en manos de Israel. En la capital española, los palestinos aceptan una representación negociadora condicionada por los intereses israelíes en población, territorio, recursos y gobierno que aplazaban mama morir las exigencias fundamentales de un Estado soberano, algo que ciertamente no se entiende.
El panorama actual es más grave, genocidio aparte. Para el Israel de Netanyahu, Jerusalén, las colonias de Cisjordania y la tierra que ahora se encuentra en el territorio de Gaza no serán cuestionadas. Estas condiciones no siguen las Resoluciones 242, 338 y 425 de la ONU, que, al menos nominalmente, se basan en los Acuerdos de Oslo. Y con esto, incluso en el Estado de Palestina, no hay nada que hacer.
En este contexto, se conoció que el líder palestino Marwan Barghouti, capturado desde 2002, fue trasladado a una celda de aislamiento en las afueras de la prisión de Ofer. Les acusa, y estoy seguro de que es cierto, de que una tercera intifada está amainando. Barghouti, a quien admiradores y detractores llaman el Nelson Mandela palestino, es una figura capaz de aferrarse a las distintas familias políticas palestinas. Es Fatah, es un político, pero también es un guerrillero, y sobre todo, es un líder popular forjado en las calles, en medio de las intifadas, precisamente lo que Hamás respeta. Biden lanzó en noviembre “una Autoridad Palestina revitalizada” para administrar Gaza. No había tenido la terrible idea de que sería así al pensar en Barghouti. Si supieras que en el canje de pres y rehenes de este mes estuve a punto de ser liberado, pero el ala ultra del gobierno israelí lo vetó.
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