Sergio Ramos entró este domingo en el Santiago Bernabéu vestido con una camiseta gris, solo y de la mano mientras saludaba a unos empleados del Real Madrid que se encontraban a su ritmo. Cuatro años después, de pandemia y de una etapa frustrante en el PSG, el central regresó a la Castellana. En total, 1.456 días desde que el otro domingo, en un clásico del 1 de marzo de 2020, llegaran aquellos días suyos, los blancos, al Barcelona (2-0). Dos semanas después, España y el mundo se cerraron para protegerse de la peste.
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Andriy Lunin, Nacho (Modric, min. 74), Rüdiger, Lucas Vázquez, Ferland Mendy, Kroos, Aurelien Tchouameni, Federico Valverde, Vinicius Junior, Rodrygo (Álvaro Rodríguez, min. 93) y Brahim Diaz (Dani Ceballos, min. 89 )
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Ørjan Haskjold Nyland, Loic Bade, Jesús Navas (Juanlu Sanchez, min. 74), Sergio Ramos, Kike Salas, Lucas Ocampos (Januzaj, min. 90), Óliver Torres (Suso, min. 75), Djibril Sow, Boubakary Soumare, Isaac Romero y En-Nesyri
goles 1-0 minutos 81: Modrico.
Árbitro Isidro Díaz de Mera Escuderos
Tarjetas amarillas Ancelotti (min. 12), Kroos (min. 34), Lucas Ocampos (min. 69), Nianzou Tanguy Kouassi (min. 91) y Djibril Sow (min. 98)
Después de mucho tiempo, mi sitio, pero un lugar distinto en Andalucía. Un Bernabéu con el techo cerrado (nuevo) y, esta vez, contrario a sus intereses. Ramos, confesó el toro, pudo decir que fue recibido tras el telón con dos ovaciones de saliva y luego, durante el tramo del partido, escuchó unos pitos, no mayoritarios pero sí constantes y claros en muchas fases. Fue en el partido número 307 en el Bernabéu entre el Sevilla, el Madrid y la selección. Llevó 52 dianas a este recinto y marchó con ellas. Incluso en silencio. La defensa, que anteriormente había escrito en sus páginas que se enfrentaba «al partido más especial», pasó el día sin hablar de ello en público.
Lo que también varió fue su carta de caudillo de una defensa muy popular (cinco elementos) y de hilos que protagonizaban con sus clásicos silbidos. Todo, o todo, lo que quería ver con el Sevilla en el césped pasó por allí. Fue el primero en preguntar al árbitro por el gol anulado a Lucas Vázquez, también por el gol de Luka Modric, y siempre (hasta el 1-0 de Croacia) el pediatra con la mano al portero Nyland que destrozó la bolsa de la portería al entrar. El público contó los segundos que tardó el gol en iniciar el partido. Quédate en tu casa y, si es necesario, en tu casa. Como cuando el árbitro abandonó a Toni Kroos —“Antonio”, como le llamó en un duelo ante Alemania— para que sus insistentes peticiones de falta no le permitieran llevarse la segunda amarilla.
En aquellas alturas, sin embargo, algunos aficionados ya los habían visto y la ovación que recibieron cuando subieron al calendario no fue unánime. Cada vez que tocas la almohadilla, suelta algunas pitidas, sobre todo, al comienzo de la noche. Un día antes habíamos escuchado la segunda ovación, cuando la megafonía anunciaba las líneas. El club, en su único gesto de homenaje, ante todo la grada, le dejó para la final. Un detalle que no fue casual. Nada es aleatorio en el estadio blanco sobre el escenario. Cuando se cantan los nombres de los clubes, Jude Bellingham ya es, desde estas semanas, el último en ser mencionado. Una forma útil de colocarlo en el trono. Este Domingo, a falta del inglés, estaba Vinicius.
Entre aquellos locales en el colegio de la época de la tan anulada y un creciente clima de zozobra en los grados estuvo la transición del regreso de Ramos a Madrid. La última vez que tuviste un solo estado fue mucho más tranquilo. Y doblemente triste para él. Ocurrió el 22 de mayo de 2021 en el parque de Valdebebas, en los tiempos en los que hoy el fútbol se jugaba al vacío por culpa del Covid. El central, ya con problemas físicos tras jugar en el PSG (el cruce de octavos de 2022 no se jugó contra los merengues), siguió desde el banquillo el último choque de aquella Liga contra el Villarreal, en el que el Madrid cayó ante el Atlético. Días después, anuncié su despedida con un lamento tras meses de tensas negociaciones: “Cuando acepté la oferta de reestructuración me dijo que había perdido la cabeza”.
Al final, su partido número 307 en el nuevo Chamartín estuvo acompañado de un excompañero, Luka Modric, con el que intercambió la camiseta para abrazarse con todos los madridistas que se encontraban en el siguiente paso hacia la final. “Fue un honor jugar contra él. Lo dijo antes del partido. Conoces a mi ídolo”, le dijo Nacho.
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